Hola que tal chicos. Estoy de regreso con más relatos y anécdotas.
Gracias por su preferencia, respecto a mi cuenta de you-tube, parece ser que ha
sido reactivada para subir vídeos otra vez, aunque no me confió, voy a optar
por tener una opción extra de tal manera que, sea independiente e inmune a los
fastidiosos reportes de gente lastre y traumada que solo busca perjudicar.
Volviendo al tema, quién lo diría…ahora las tareas en equipo ¡eran mis
favoritas!. En la secundaria tuve una maestra que odiosa y tirana como muchas, trato
de evitar mi amistad con la de mi amigovio que después paso a ser mi amante de
planta, la maldita quería evitar a toda consta que nos sentáramos juntos, que platicáramos…creo que ¡hasta que nos miraramos!...ahora
que ya conozco de la maldad, pienso que yo le gustaba a la maestra y verme cerca
de él la importunaba, percibía su molestia, pero no sabía que entre más insistía
más nos aferrábamos y todo ello terminó por detonar en una pasión y deseo casi
incontrolable, en lugar de distanciarnos cada vez nos acercaba más y más con
esa chispa que encendía cada encuentro de una manera muy particular.
La clase de historia fue un infierno para nosotros, si bien no
tanto por la materia en sí, era por aquella pseudo maestra que se sentía
omnipotente, y cada vez que podía nos humillaba y separaba del resto de la
clase, no nos cambió de grupo por que afortunadamente los demás ya estaba
llenos, pero si no ¡se hubiese dado el gusto de perjudicarnos la vida!, claro, como
no éramos “barberos” ni teníamos empatía con su “maje-stad”, además de que no
me “acercaba” a ella de otra manera, que poca madre tienen algunos maestros y
maestras; como el alumno no tiene opción hay que aguantar la prepotencia de
estos malditos.
Terminaba la clase y era un alivio total para nosotros, en las
próximas materias ya podíamos sentarnos otra vez juntos, platicar y mirarnos
como “novios”, (por supuesto discretamente), con aquella ternura y porque no,
amor que brota de “la primera ilusión”. Aquello lo considere un amor puro, ese
anhelo que te despierta pasiones,
sensaciones y locuras que poco falta para que se vuelva como una droga:
adictiva.
Como ya lo había mencionado, para esa etapa mi madre ya no
sospechaba nada, ni siquiera le pasaba por la mente que su hijo, además de seguir usando medias, ahora
¡hasta tenía relaciones sexuales! en cada “tarea en equipo”, y lo mejor de todo,
que su hijo era “la chica” en cada encuentro sexual.
Les voy a contar de nuestra sexta cita (de tantas), que fue donde
ya tenía un poquito más de práctica y el dolor en la penetración ya era menos.
Para no levantar sospechas, empecé a platicarle a mi mamá que un maestro
estaría evaluando los parciales mayoritariamente con “trabajos en equipo”, y
que definitivamente no era negociable, que era de suma importancia ese detalle o,
de lo contrario reprobaría la materia. Para mi madre (creo que para la mayoría)
está la educación de sus hijos ante todo, y aunque no le gustaba la idea, no
tuvo otra opción más que aceptar “las condiciones del maestro”, eso sí, tampoco
abuse y no porque no quisiera, si no por lo mismo, cuando haces “travesuras” o
algo inusual (y más en esto del travestismo) hay que hacerlo con mucha cautela
y cuidado si es que queremos permanecer aún, en el anonimato.
Y así lo hacíamos, dos veces por
semana, descansado una o dos, de tal manera que no se viera muy obvio,
aunque he de confesarles que de repente si nos ganaba la calentura y ¡hasta
tres veces en una semana!, upss.
Después de tirar la ropa de nuestro primer encuentro sexual, por
temor a ser descubiertos, en otra ocasión estábamos de compras en la extinta “Aurrera”
y ese día me compro una minifalda tipo “mezclilla” con una blusa azul marino,
sin escote (por aquello de que no tengo mucho busto). Lo único que nunca pudimos
comprar fue lencería o ropa íntima, cada vez que la echábamos al carrito pretendiendo
comprarla, siempre… ¡terminábamos por dejarla!, la pena hacía de las
suyas y ¡zas! solo se quedaba en el intento, nos echábamos la pelotita, págala
tú;… no tú, y llegando a la caja preferíamos dejarla en un anaquel antes de
pasar por alguna vergüenza.
Como soy de piel blanca, cuando me sonrojo se me nota devolada que
hice algo “malo” por decirlo así, y creo eso nos hubiera delatado al estar en
la caja pagando, por lo mismo ninguno de los dos tomamos el riesgo. Al día de hoy les puedo
decir que compro mi ropa sin ningún problema, ME VALE que de repente la
encargada o encargado me vea con ojos de “¿es para ti?”, hay veces que si me da
pena, pero ya no soy aquella chica tímida que se cohíbe, creo que esa gente se
debería de preocupar por vender, y no estar de pinche chismoso o chismosa viendo
para quien compras las cosas, aunque ya
saben, nunca falta un tarado o tarada que se te quede viendo con cara de pendejo
como cuestionándote, malo fuera que no trajeras para pagar, ahí sí ni discuto;
aún recuerdo el trabajo y peripecias por
las que tenía que pasar para conseguir ropa, lo que más coraje me daba,
es que en la mayoría de las veces ¡si tenía el dinero!, pero la pena me vencía.
Por ese “temor” deje ir una minifalda de leopardo muy bonita, un corssete rojo
y varios pares de zapatos.
Volviendo al relato, no contaba con que el destino me regalaría otro
haz que dejo justo debajo de mi manga en aquella ocasión ¡sí! logré asistir a
la cita con ropa íntima, un brassiere de
color rojo (que aún conservo) medio desgastando de un lado, y una pantaleta
color negra. El brassiere era una talla más chica que la que usaba mi madre,
por lo que ¡me quedo magnifico!, daba la apariencia de que si tenía poquitas “chichis”
por lo mismo de que me apretaba. No, no piensen mal, está vez no era
ropa de mi madre, como lo prometí (aunque no se lo dije de viva voz, lo jure de
corazón) jamás volví a usar o robar algún vestido o ropa íntima de ella, está
vez fue algo fortuito.
Resulta que días atrás, mi tía se mudaría de casa, pues para ese entonces
a su esposo le habían otorgado el tan anhelado crédito del “INFONAVIT”, estaban
que no cabían de la felicidad pues en menos de dos semanas estarían estrenando
casa, como me llevo muy bien (hasta le fecha) con ella, ahí estaba yo, de
metiche viendo en que podía disque ayudar, aunque aparentemente ya todo estaba
empacado. Había cajas que trasladarían a su nuevo hogar, otras más se quedarían
en la azotea, pues como la casa era pequeña (típico de esas casas que parecen “ratoneras”),
solo llevarían lo más indispensable. Y así estaba concentrada ayudando a
empacar, cuando mi tía me dice, sube esas cajas a la azotea por favor, le dices
a tu abuela que me deje guardarlas, una vez que yo me instale veré que hago con
ellas. Y así lo hice una tras otra, eran cuatro cajas, subiendo con la tercera,
por ir corriendo aunado a que no la agarre bien, sin querer que se me cae, inevitablemente
terminó abriéndose, me sorprendí pues la mayoría de cajas que empacamos nosotros
(entre mis primos y yo) llevaban ropa, trastes, y libros viejos, nunca sospeche
que en esa tercera caja encontraría algo
que creo que no fue casualidad, insisto en que el destino es quien te lleva de
la mano, hasta encontrarte con tu “verdadero yo”.
¡Qué felicidad!, esa caja estaba repleta de ropa íntima, (y había
de todo: ligueros medias, tangas, pantaletas, brassieres; mi tía en sus
primeros años de matrimonio era muy sensual en su forma de vestir ya se
imaginarán en la intimidad) me enteré después que su esposo además de la sorpresa
de tener casa propia, le tenía preparado algo más, un guarda ropa que incluía ropa
íntima, por eso en aquella ocasión, ella dejaba esa caja de lado, ya no le
serviría más en esa nueva etapa, pues estaría estrenando prácticamente “todo”
nuevo.
No cabía en alegría, es de esas situaciones que tienes tan
presentes que parece que fueron ayer. Me hubiese gustado ver mi cara en el
espejo, creo que sería igual a la de un niño en dulcería, que cosas había para
escoger, ponerse y lo más importante sin remordimiento (claro además de
conseguirlas sin dinero, porque en ese momento no tenía ni medio centavo
partido por la mitad para comprar medias, menos ropa).
No sé si me tarde un poquito, hasta que mi tía me grito -¡estás
bien!, escuche que se calló algo-, le contesté: si tía estoy bien, solo se me
resbalaron unos trastes pero ya los estoy acomodando. No sabía cómo llevarme
toda la ropa, pues si…¡si quería llevármela toda!. pero…¡creo que iba a ser más
que evidente y nada discreto llegar con una caja repleta de ropa íntima a casa!,
y la verdad pienso que si me las hubiese
podido ingeniar para meter todo eso, pero el cuarto compartido con mi hermana dejaba
esa idea en humo que se llevaba el viento. Para mi mala suerte no pude hacer
más, de tanto que había para escoger solo me lleve ese brassiere y la
pantaleta, antes de retirarme de la ex casa de mi tía escondí en mis calzones las
dos prendas para que no se vieran evidentes en las bolsas de mi pantalón.
Llegue a casa y las escondí muy bien, había una cajita de zapatos
que mis hermanas tenían prohibido abrir, pues en una ocasión frente a mi madre les
comente que ahí guardaría cosas de la escuela, y que si algo se me llegaba a
perder le diría a mi papá. Y si me sirvió porque respetaron por mucho tiempo esa
cajita “feliz” jaja.
Regresando a la tarea en equipo, tome mis pantaletas y brassiere que
recién había conseguido y me dispuse a trasladarme a la casa de mi amigo.
Cuando llegue mi nene ya tenía “mis cosas” listas, la minifalda y la
blusa, que le doy la sorpresa:
¿Sabes qué?, en casa de mi tía están mudándose y al estar ayudando
me encontré esto, (que le pongo en su nariz el bra y las panties), él con
mirada seductora y libidinosa, los mordió y me dice muy caliente: ¡ya quiero vértelos
puestos!.
Como se excito mi chico al estarme encuerando, les platique que el
bra era una talla menos de la que estaba acostumbrada a ponerme y que me
apretaba, por lo que aparentaba que tenía senos pequeños, exactamente como de
adolecente de secundaria.
Me dio una manoseada en las “bubis” que me puso los pezones muy muy
duros, ya listos para ser mamados, chupados y apretados. Y así lo hizo, entre
que no sabíamos, ya estábamos agarrando esa práctica, y poco a poco nos fuimos conociendo
esos rinconcitos y las zonas erógenas de nuestro cuerpo que nos excitaba
morder, chupar o acariciar.
Que delicia era sentir su lengua traviesa recorrer mi cuello, y mis
“pechitos”, hizo que me mojara inmediatamente, me excitaba su mirada, creo que
me cogía primero con la mirada, y después con su pene, me tenía a mil, siento que
me prendía más rápido que boiler nuevo jaja.
Por mi parte (y después de ver en películas para posteriormente
poner en práctica), ya se la chupaba con delicadeza y cuidado de no lastimarlo,
jamás había visto a nadie mamar, ni en aquella ocasión que mi tío cogió a su
esposa, yo lo hice como mi boca me dio a entender, y de acuerdo a lo que vi en
las pelís XXX, al parecer lo hacía bien pues el gemía y sudaba, tanto que casi
me dejaba ir el chorro de leche en la boquita.
Al fin primerizos, las relaciones sexuales que tuvimos fueron sin
condón, (y es la primera y única vez que lo he hecho de esa forma por la
situación de ser “vírgenes” -que en realidad la palabra correcta para el varón
es “casto”-, en mi caso si aplicaba lo de virgen pues la chica soy yo); ya para
esa cita el dolor era casi imperceptible, solo aparecía de repente cuando me embestía
duro, pero en su mayoría el acto sexual era muy placentero para mí y para mi
nene. Solo sabíamos dos posiciones: perrito y misionero, por la misma edad e
inexperiencia, pero… ahh ¡como gozamos con esas dos!, ya me imagino si le
enseñara el camasutra que he aprendido a lo largo de estos años que ha estado
ausente en mi vida, me imagino que le hubieran salido “flamas” al colchón.
Fácil teníamos de dos a tres relaciones sexuales; por lo caliente
la primera relación duraba 10 minutos, ya en la segunda y tercera duraba más para
“venirse”, y eso me llenaba (aparte de leche jaja) de felicidad.
Terminaba con mi ano todo floreado, bien lleno de semen, y el con
su pene bien erecto con la suculenta babita que le sale al pito después de
coger. Me limpiaba muy bien el recto, pues no quería dejar “huellas” del
encuentro, ya que mi mamá era quién me lavaba la ropa, y aunque no sería raro
encontrar semen en la trusa de un puberto, si lo iba a ser que este estuviera
de lado de las nalgas, así que limpiaba muy bien mi colita después de cada
cogida, mis mejillas se ruborizaban, parecía
que usaba maquillaje, por el color de mi piel tengo esa tendencia, así que me
esperaba hasta que se me quitaban las “chapitas” para irme a casa, nos despedíamos
con deliciosos besos de lengua, y antes de retirarme me daba un arrimón muy
rico, que estoy segura que si me quedaba, me volvía a coger duro, ¡ya déjame ir!,
le decía…el me respondía ¡te la voy a dejar ir!;…me hacia reír, le digo ya déjame
ir, si no ya no me van a dejar venir a las “tareas en equipo”, está bien… y con
una buena nalgada, salía de su casa, con la idea de repetir la próxima semana.