Vistas a la página totales

lunes, 8 de septiembre de 2014

La siguiente cita...



Hola que tal chicos. Estoy de regreso con más relatos y anécdotas. Gracias por su preferencia, respecto a mi cuenta de you-tube, parece ser que ha sido reactivada para subir vídeos otra vez, aunque no me confió, voy a optar por tener una opción extra de tal manera que, sea independiente e inmune a los fastidiosos reportes de gente lastre y traumada que solo busca perjudicar.

Volviendo al tema, quién lo diría…ahora las tareas en equipo ¡eran mis favoritas!. En la secundaria tuve una maestra que odiosa y tirana como muchas, trato de evitar mi amistad con la de mi amigovio que después paso a ser mi amante de planta, la maldita quería evitar a toda consta que nos sentáramos juntos, que platicáramos…creo que ¡hasta que nos miraramos!...ahora que ya conozco de la maldad, pienso que yo le gustaba a la maestra y verme cerca de él la importunaba, percibía su molestia, pero no sabía que entre más insistía más nos aferrábamos y todo ello terminó por detonar en una pasión y deseo casi incontrolable, en lugar de distanciarnos cada vez nos acercaba más y más con esa chispa que encendía cada encuentro  de una manera muy particular.

La clase de historia fue un infierno para nosotros, si bien no tanto por la materia en sí, era por aquella pseudo maestra que se sentía omnipotente, y cada vez que podía nos humillaba y separaba del resto de la clase, no nos cambió de grupo por que afortunadamente los demás ya estaba llenos, pero si no ¡se hubiese dado el gusto de perjudicarnos la vida!, claro, como no éramos “barberos” ni teníamos empatía con su “maje-stad”, además de que no me “acercaba” a ella de otra manera, que poca madre tienen algunos maestros y maestras; como el alumno no tiene opción hay que aguantar la prepotencia de estos malditos.


Terminaba la clase y era un alivio total para nosotros, en las próximas materias ya podíamos sentarnos otra vez juntos, platicar y mirarnos como “novios”, (por supuesto discretamente), con aquella ternura y porque no, amor que brota de “la primera ilusión”. Aquello lo considere un amor puro, ese anhelo  que te despierta pasiones, sensaciones y locuras que poco falta para que se vuelva como una droga: adictiva.

Como ya lo había mencionado, para esa etapa mi madre ya no sospechaba nada, ni siquiera le pasaba por la mente que  su hijo, además de seguir usando medias, ahora ¡hasta tenía relaciones sexuales! en cada “tarea en equipo”, y lo mejor de todo, que su hijo era “la chica” en cada encuentro sexual. 


Les voy a contar de nuestra sexta cita (de tantas), que fue donde ya tenía un poquito más de práctica y el dolor en la penetración ya era menos. Para no levantar sospechas, empecé a platicarle a mi mamá que un maestro estaría evaluando los parciales mayoritariamente con “trabajos en equipo”, y que definitivamente no era negociable, que era de suma importancia ese detalle o, de lo contrario reprobaría la materia. Para mi madre (creo que para la mayoría) está la educación de sus hijos ante todo, y aunque no le gustaba la idea, no tuvo otra opción más que aceptar “las condiciones del maestro”, eso sí, tampoco abuse y no porque no quisiera, si no por lo mismo, cuando haces “travesuras” o algo inusual (y más en esto del travestismo) hay que hacerlo con mucha cautela y cuidado si es que queremos permanecer aún, en el anonimato.


Y así lo hacíamos, dos veces por  semana, descansado una o dos, de tal manera que no se viera muy obvio, aunque he de confesarles que de repente si nos ganaba la calentura y ¡hasta tres veces en una semana!, upss.

Después de tirar la ropa de nuestro primer encuentro sexual, por temor a ser descubiertos, en otra ocasión estábamos de compras en la extinta “Aurrera” y ese día me compro una minifalda tipo “mezclilla” con una blusa azul marino, sin escote (por aquello de que no tengo mucho busto). Lo único que nunca pudimos comprar fue lencería o ropa íntima, cada vez que la echábamos al carrito pretendiendo comprarla, siempre… ¡terminábamos por dejarla!, la pena hacía de las suyas y ¡zas! solo se quedaba en el intento, nos echábamos la pelotita, págala tú;… no tú, y llegando a la caja preferíamos dejarla en un anaquel antes de pasar por alguna vergüenza. 

Como soy de piel blanca, cuando me sonrojo se me nota devolada que hice algo “malo” por decirlo así, y creo eso nos hubiera delatado al estar en la caja pagando, por lo mismo ninguno de los dos  tomamos el riesgo. Al día de hoy les puedo decir que compro mi ropa sin ningún problema, ME VALE que de repente la encargada o encargado me vea con ojos de “¿es para ti?”, hay veces que si me da pena, pero ya no soy aquella chica tímida que se cohíbe, creo que esa gente se debería de preocupar por vender, y no estar de pinche chismoso o chismosa viendo para quien compras las cosas, aunque  ya saben, nunca falta un tarado o tarada que se te quede viendo con cara de pendejo como cuestionándote, malo fuera que no trajeras para pagar, ahí sí ni discuto; aún recuerdo el trabajo y peripecias por  las que tenía que pasar para conseguir ropa, lo que más coraje me daba, es que en la mayoría de las veces ¡si tenía el dinero!, pero la pena me vencía. Por ese “temor” deje ir una minifalda de leopardo muy bonita, un corssete rojo y varios pares de zapatos.


Volviendo al relato, no contaba con que el destino me regalaría otro haz que dejo justo debajo de mi manga en aquella ocasión ¡sí! logré asistir a la cita con  ropa íntima, un brassiere de color rojo (que aún conservo) medio desgastando de un lado, y una pantaleta color negra. El brassiere era una talla más chica que la que usaba mi madre, por lo que ¡me quedo magnifico!, daba la apariencia de que si tenía poquitas “chichis” por lo mismo de que me apretaba. No, no piensen mal, está vez no era ropa de mi madre, como lo prometí (aunque no se lo dije de viva voz, lo jure de corazón) jamás volví a usar o robar algún vestido o ropa íntima de ella, está vez fue algo fortuito.

Resulta que días atrás, mi tía se mudaría de casa, pues para ese entonces a su esposo le habían otorgado el tan anhelado crédito del “INFONAVIT”, estaban que no cabían de la felicidad pues en menos de dos semanas estarían estrenando casa, como me llevo muy bien (hasta le fecha) con ella, ahí estaba yo, de metiche viendo en que podía disque ayudar, aunque aparentemente ya todo estaba empacado. Había cajas que trasladarían a su nuevo hogar, otras más se quedarían en la azotea, pues como la casa era pequeña (típico de esas casas que parecen “ratoneras”), solo llevarían lo más indispensable. Y así estaba concentrada ayudando a empacar, cuando mi tía me dice, sube esas cajas a la azotea por favor, le dices a tu abuela que me deje guardarlas, una vez que yo me instale veré que hago con ellas. Y así lo hice una tras otra, eran cuatro cajas, subiendo con la tercera, por ir corriendo aunado a que no la agarre bien, sin querer que se me cae, inevitablemente terminó abriéndose, me sorprendí pues la mayoría de cajas que empacamos nosotros (entre mis primos y yo) llevaban ropa, trastes, y libros viejos, nunca sospeche que en esa tercera caja encontraría  algo que creo que no fue casualidad, insisto en que el destino es quien te lleva de la mano, hasta encontrarte con tu “verdadero yo”. 

¡Qué felicidad!, esa caja estaba repleta de ropa íntima, (y había de todo: ligueros medias, tangas, pantaletas, brassieres; mi tía en sus primeros años de matrimonio era muy sensual en su forma de vestir ya se imaginarán en la intimidad) me enteré después que su esposo además de la sorpresa de tener casa propia, le tenía preparado algo más, un guarda ropa que incluía ropa íntima, por eso en aquella ocasión, ella dejaba esa caja de lado, ya no le serviría más en esa nueva etapa, pues estaría estrenando prácticamente “todo” nuevo.
No cabía en alegría, es de esas situaciones que tienes tan presentes que parece que fueron ayer. Me hubiese gustado ver mi cara en el espejo, creo que sería igual a la de un niño en dulcería, que cosas había para escoger, ponerse y lo más importante sin remordimiento (claro además de conseguirlas sin dinero, porque en ese momento no tenía ni medio centavo partido por la mitad para comprar medias, menos ropa).

No sé si me tarde un poquito, hasta que mi tía me grito -¡estás bien!, escuche que se calló algo-, le contesté: si tía estoy bien, solo se me resbalaron unos trastes pero ya los estoy acomodando. No sabía cómo llevarme toda la ropa, pues si…¡si quería llevármela toda!. pero…¡creo que iba a ser más que evidente y nada discreto llegar con una caja repleta de ropa íntima a casa!, y la verdad pienso que  si me las hubiese podido ingeniar para meter todo eso, pero el cuarto compartido con mi hermana dejaba esa idea en humo que se llevaba el viento. Para mi mala suerte no pude hacer más, de tanto que había para escoger solo me lleve ese brassiere y la pantaleta, antes de retirarme de la ex casa de mi tía escondí en mis calzones las dos prendas para que no se vieran evidentes en las bolsas de mi pantalón.
Llegue a casa y las escondí muy bien, había una cajita de zapatos que mis hermanas tenían prohibido abrir, pues en una ocasión frente a mi madre les comente que ahí guardaría cosas de la escuela, y que si algo se me llegaba a perder le diría a mi papá. Y si me sirvió porque respetaron por mucho tiempo esa cajita “feliz” jaja. 


Regresando a la tarea en equipo, tome mis pantaletas y brassiere que recién había conseguido y me dispuse a trasladarme a la casa de mi amigo.
Cuando llegue mi nene ya tenía “mis cosas” listas, la minifalda y la blusa, que le doy la sorpresa:

¿Sabes qué?, en casa de mi tía están mudándose y al estar ayudando me encontré esto, (que le pongo en su nariz el bra y las panties), él con mirada seductora y libidinosa, los mordió y me dice muy caliente: ¡ya quiero vértelos puestos!. 

Como se excito mi chico al estarme encuerando, les platique que el bra era una talla menos de la que estaba acostumbrada a ponerme y que me apretaba, por lo que aparentaba que tenía senos pequeños, exactamente como de adolecente de secundaria.

Me dio una manoseada en las “bubis” que me puso los pezones muy muy duros, ya listos para ser mamados, chupados y apretados. Y así lo hizo, entre que no sabíamos, ya estábamos agarrando esa práctica, y poco a poco nos fuimos conociendo esos rinconcitos y las zonas erógenas de nuestro cuerpo que nos excitaba morder, chupar o acariciar.

Que delicia era sentir su lengua traviesa recorrer mi cuello, y mis “pechitos”, hizo que me mojara inmediatamente, me excitaba su mirada, creo que me cogía primero con la mirada, y después con su pene, me tenía a mil, siento que me prendía más rápido que boiler nuevo jaja.
Por mi parte (y después de ver en películas para posteriormente poner en práctica), ya se la chupaba con delicadeza y cuidado de no lastimarlo, jamás había visto a nadie mamar, ni en aquella ocasión que mi tío cogió a su esposa, yo lo hice como mi boca me dio a entender, y de acuerdo a lo que vi en las pelís XXX, al parecer lo hacía bien pues el gemía y sudaba, tanto que casi me dejaba ir el chorro de leche en la boquita.

Al fin primerizos, las relaciones sexuales que tuvimos fueron sin condón, (y es la primera y única vez que lo he hecho de esa forma por la situación de ser “vírgenes” -que en realidad la palabra correcta para el varón es “casto”-, en mi caso si aplicaba lo de virgen pues la chica soy yo); ya para esa cita el dolor era casi imperceptible, solo aparecía de repente cuando me embestía duro, pero en su mayoría el acto sexual era muy placentero para mí y para mi nene. Solo sabíamos dos posiciones: perrito y misionero, por la misma edad e inexperiencia, pero… ahh ¡como gozamos con esas dos!, ya me imagino si le enseñara el camasutra que he aprendido a lo largo de estos años que ha estado ausente en mi vida, me imagino que le hubieran salido “flamas” al colchón.

Fácil teníamos de dos a tres relaciones sexuales; por lo caliente la primera relación duraba 10 minutos, ya en la segunda y tercera duraba más para “venirse”, y eso me llenaba (aparte de leche jaja) de felicidad.


Terminaba con mi ano todo floreado, bien lleno de semen, y el con su pene bien erecto con la suculenta babita que le sale al pito después de coger. Me limpiaba muy bien el recto, pues no quería dejar “huellas” del encuentro, ya que mi mamá era quién me lavaba la ropa, y aunque no sería raro encontrar semen en la trusa de un puberto, si lo iba a ser que este estuviera de lado de las nalgas, así que limpiaba muy bien mi colita después de cada cogida,  mis mejillas se ruborizaban, parecía que usaba maquillaje, por el color de mi piel tengo esa tendencia, así que me esperaba hasta que se me quitaban las “chapitas” para irme a casa, nos despedíamos con deliciosos besos de lengua, y antes de retirarme me daba un arrimón muy rico, que estoy segura que si me quedaba, me volvía a coger duro, ¡ya déjame ir!, le decía…el me respondía ¡te la voy a dejar ir!;…me hacia reír, le digo ya déjame ir, si no ya no me van a dejar venir a las “tareas en equipo”, está bien… y con una buena nalgada, salía de su casa, con la idea de repetir la próxima semana.