Después de leer algunos comentarios en los que prácticamente se
hablaban “maravillas” de las dichosas cabinas que están ubicadas en zonas céntricas
de la Ciudad de México, me decidí ir a una, específicamente a la de “Londres”
que está muy cera de la Glorieta y del metro Insurgentes. Esta cabina forma
parte de lo que es la afamada Sex shop “Erótika”. Todavía con algunas dudas, no
me atrevía a ir, pero un chico me invito y pues me decidí. Justo a la mera hora
se me echo para atrás argumentando “que la chamba estaba muy pesada” y pues la
verdad ya no quería ir, me daba miedo ir sola, sin embargo al estar leyendo los
comentarios de ese grupo al que también pertenezco, me encontré con una
anécdota muy caliente de una chica travesti, la verdad sus palabras me hicieron reaccionar,
y pues me fui decidida a tener un encuentro similar al de ella, lo que me
esperaba prácticamente ¡era la gloria!.
Me anime más cuando un comentario decía que podías cambiarte
dentro de la cabina, la verdad es que ya eran muchas facilidades como para
desaprovechar la oferta. Así que me aliste y partí con rumbo a las cabinas de “Londres”.
Ya había estado con antelación en cabinas de Erótika, por lo que nunca imagine
con lo que me iba a encontrar en está ocasión. En aquel entonces me cobraron
cincuenta pesos, por una hora (no era la misma sucursal aclaro), era una cabina
muy cómoda, limpia, y pues por cincuenta pesos, la verdad es que se me hizo hasta barato.
Me dieron papel, algo de alcohol en gel para mis manos y pues estuve un rato,
viendo películas pornográficas, no iba con otro propósito más que conocer la actividad
dentro de las cabinas, claro sin tener sexo.
Está vez si iba con el firme propósito de tener sexo con el
primer desconocido que me lo propusiera, me lleve mis cosas para cambiarme
dentro de la sex shop, de hecho prepare mi esfínter para unas embestidas de fábula.
Y pues así llegue como a la una de la tarde, no había nadie en la recepción y
espere un par de minutos. La espera se me hizo muy larga, no sé dónde estaba el
encargado, me desespere y camine hacia el letrero que decía “cabinas”, justo a
punto de subir las escaleras para llegar, escuche unos pasos que se aproximaban
hasta mí, y me retire a la recepción. Llego un muchacho, algo raro, escuálido,
no sé si afeminado o gay, pero particularmente extraño.
Me acerque y le comente del “servicio” de cabinas y asintió con
la cabeza, “te cobro treinta pesos” -me dijo-, y es que previamente averigüe
como llegar, costos, referencias, anécdotas, precisamente por eso estaba en ese
lugar. Los nervios me recorrían todo el cuerpo, la verdad es que imaginaba
cosas muy ricas, lujuriosas….¡deliciosas!. Me presente de niño, pero llevaba mi
ropa de muñeca, y pues con los nervios a todo lo que daba, y con las ilusiones puestas
en las dichosas “cabinas”, subí poco a poco, esperando encontrarme con un
escenario de pasión y sexo desenfrenado pero era todo lo contrario. El lugar
estaba más obscuro de lo de costumbre, un piso que rechinaba hasta la última
astilla, en pésimo estado, el hedor que desprendía el lugar de verdad que te
quitaba las ganas de lo que fueras a hacer en ese lugar. El lugar totalmente
desierto, con monitores en pésimo estado, controles remotos sin funcionar, películas
viejas, puertas sin seguro, sillas y sillones apestosos, un lugar de verdad
peligroso pues si miras hacia el piso se ve justo abajo la sex shop. Sobretodo en las cabinas "individuales" el piso es más débil y sucio.
La verdad es que me quede sin palabras…parecía una casona
abandonada, solo que ya me habían cobrado los treinta pesos, digo al final es
lo de menos pero la verdad es que ese lugar puede ser un foco de infección. Aun
así insistí y después de varios minutos de pensarlo, me dirigí a la entrada. Encontré una de las
cabinas “exclusivas para parejas” y pues era de lo menos peor, por lo menos el piso era de concreto y no estaba tan asqueroso. Me metí y quise
cerrar pero no tenía pasador la puerta. Encontré un tornillo y se lo puse a la
puerta ¡casi me quedo encerrada!, el maldito tornillo se atoró y pues me puse
muy nerviosa, en mi afán de que no me fueran a abrir la puerta no medí las consecuencias.
Estaba sudando, quería gritar, pero no había a quién, me calme tome un respiro,…el
sudor seguía resbalando por mi cara; como pude retire el tornillo y al fin pude
abrir la puerta. No pude poner la película, el control tampoco servía. Estuve
unos minutos ahí de pie, y pues la verdad se me hacía un desperdicio ir y no
cambiarme. Con muchos nervios empecé a sustituir mis ropas de niño por las de
linda mujercita, seguía sudando, nerviosa, taciturna, y con el pendiente de que
alguien fuera a abrir la puerta. A punto de terminar se escucharon unos pasos,
que se dirigieron hasta el final del obscuro cuarto. Como esa persona no encontró
a nadie se dirigió a mi cabina y empujo la puerta. No contaba con que me había recargado
en ella para prevenir una visita que aún no estaba lista para recibir. Esa
persona extraña no insistió más y se marchó. Me apresuré a cambiarme y pues con
mucho trabajo termine, no quería poner nada en el piso y mucho menos en los asientos,
así que ya se imaginan todo lo que tuve que hacer para poder cambiarme. Lleve
unas medias decoradas, una minifalda y blusa….tuve miedo de salir, pero fueron
más mis ansias las que me llevaron a salir de mi trinchera. Recorrí hasta la
última cabina, sin tener éxito, todo estaba vació, y se me ocurrió salir a la
sex shop para tomarme unas fotos. No me percaté que en la primera cabina se
encontraba un chico, mirando una película, y con su mano derecha se estaba
acariciando el pequeño bulto que saltaba de su pantalón.
Voltee a verlo pero él ni siquiera se inmutó. Detuve mi marcha y
me regrese a mi cabina a encerrarme, me sentí decepcionada, la verdad es que no
me esperaba algo así. Estuve un rato más de pie, encerrada ahí entre
nauseabundos olores y obscuridad, aún esperaba a ese chico que me quitara ese
mal sabor de boca, pero nunca llegó. Y pues decidí cambiarme otra vez, comencé
a guardar mi ropa de niña y en ese lapso escuche que llegaron dos personas,
lamentablemente yo ya me había cambiado, y como bien saben cuándo estoy vestido
de niño, no tolero que me toquen de esa manera, no sé explicarlo pero de niño,
no me siento cómodo, en cambio cuando soy Samara me convierto en una loba en
celo.
Y pues está es la realidad de las cabinas de “Londres”, que no
las engañen con falsos relatos y cuentos que no van a pasar, chicas y chicos la
verdad es que NO las recomiendo por lo siguiente:
*Las instalaciones son peligrosas (el piso de madera es muy
endeble)
*Huele muy mal
*Puede ser un foco de infección
*Pésimo estado de los sillones y sillas
*películas del año del caldo.
*No hay gente
*Y encima los baños son una porquería.
Le doy un cero completamente a las cabinas de Londres, y pues me
quedo con mis encuentros en hoteles, no hay como algo limpio, seguro y cómodo,
obviamente más caro pero más vale la pena, me despido chicos que tengan…¡ricos orgasmos!