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martes, 2 de febrero de 2016

La aventura de llegar hasta casa de la Abuela


Terminando de aquella sesión tan deliciosa y extenuante de sexo, cada quien guardo sus pertenencias en su respectiva mochila para salir de aquella habitación, mi nene como todo un caballero cumpliría su palabra de llevarme hasta “casa de la abuela”. Lo confieso, estaba algo nerviosa, me temblaban las piernas, el frío recorría mi cuerpo y me hacía temblar; respiré profundo…me tranquilice mostrándome lo más segura posible, a pesar de tener  más de once meses de no salir vestida a la calle. El hotel normalmente luce vacío y eso me dio la convicción de salir despreocupada, no recuerdo si apagamos la luz, me mire al espejo, tome mis lentes, me los puse  y nos dispusimos a salir.

Salí primero, Fernando cerró la puerta y al salir…el pasillo estaba ocupado por personal del aseo así como de gente que iba llegando;… jamás me había pasado, ni me imaginaba encontrar el pasillo prácticamente abarrotado. En ese momento sentí la presión de aquellas miradas haciendo blanco en mi humanidad, las chicas del aseo me veían como bicho raro, los huéspedes pasaban y me observaban atípicamente. El hotel está ubicado en  una zona que no es frecuentado por chicas travestis, quizás por eso les sorprendió mi presencia. Iba caminando por ese largo pasillo junto a Fernando, no pude con la presión y me puse a ver mi celular para esquivar aquellas miradas extrañas, de pronto una de esas chicas nos detiene y pregunta “¿qué habitación es la que desocupan?” (cuando apenas hace un par de segundos, sus ojos habían sido testigos que salíamos de la habitación 411, más bien era morbo por escuchar mi voz, quizás pensó que cuando le respondiera sería la típica voz grave. Estaba a punto de contestar (para sacarla de onda, quería ver su cara cuando mi voz no fuera la que ella esperaba) de pronto, mi nene con el semblante tranquilo le dice “411, desocupamos esa habitación”, me quede con las ganas de verle su cara de sorpresa a esta vieja, pues Fernando me gano las palabras.

Mi nene por su parte iba muy tranquilo, y no solo se notaba, lo demostraba en cada paso, en cada gesto, muy seguro de sí mismo y eso me daba seguridad a mí también. Hay algunos chicos que cuando van con una chica travesti a su lado se sienten apenados, no lo pueden evitar, pero no mi nene, Fernando al contrario, se mostraba muy orgulloso de estar a mi lado, y por supuesto ¡yo feliz!. Llegamos al fin de lo que me parecieron interminables escaleras, justo a un costado de la recepción del hotel. Al final del camino, estaba una pareja que se disponía a entrar al templo del placer, ambos voltearon y me miraron de manera muy rara como si nunca hubieran visto una chica como yo. Te llega a incomodar y de repente a molestar estas actitudes, pienso que mientras no te metas y respetes a los demás no tienen por qué lanzarte una mirada de ese tipo. Me di la vuelta para ignorarlos, pero por estarlos viendo casi resbalo. Los tacones que esa noche llevaba eran muy altos, y no fue tanto la altura si no la falta de precaución, afortunadamente equilibre y no me caí.

Mi nene no se dio cuenta de nada de esto pues estaba entregando las llaves y el control remoto en la recepción, mientras tanto yo lo aguardaba en la entrada del garaje del hotel. Una vez hecho lo anterior me invito a abordar su vehículo; ya no existen chicos como él, como todo un caballero tomo las llaves y me abrió la puerta, ¡woww! esos detalles son los que me tiene rendida a sus pies. Cerro la puerta y abordo, arranco y salimos del hotel. De lo nerviosa que iba se me estaba olvidando que debía ser yo quien guiará a mi nene para llevarme hasta casa de la abuela, ¿por dónde corazón? –me preguntaba mi nene- ¡ah sí…perdón! –exclame- a la derecha y después das vuelta. Con su agradable charla poco a poco se fue alejando la tensión y los nervios; ¡está muy padre y muy cómodo tu coche! –le dije- ¡muchas gracias nena, cuando quieras está a tu disposición –me dijo-  ¡gracias nene , eres muy lindo!. Por la hora en que salimos, la carretera lucía semi desierta, solo el transporte pesado (tráileres) son los que circulaban  por los carriles centrales. ¡Vamos a llegar pronto pues no hay tráfico, la abuela no vive muy lejos, ya lo verás! –le dije- y él sonrió.

Justo a mitad de camino, le comente a mi nene que hay un hotel a orilla de carretera que me llama mucho la atención, ¿el motivo?...sus habitaciones tienen “tubo para table dance”, aparte sus suites son bastante cómodas, y de cinco estrellas. Le dije que lo conocía de vista, por las fotos que se publican en su página de internet, pero que tenía muchas ganas de visitarlo, y que mejor que con él; se me antoja mucho probar esa fantasía de bailar en el tubo para excitar a mi nene, tal vez vestida de colegiala o de mucama, con una mini tanga muy deliciosa, para que pueda ver a detalle cómo se mete el tubo entre mis nalgas, como mis muslos resbalan por ese rico tubo al ritmo de una cadenciosa y rítmica melodía, es una fantasía que tengo y que por una cosa u otra no he podido hacerla realidad. Ya sea por falta de tiempo, de dinero o bien cuando había posibilidades, los chicos que me enviaban mensajes no tenían idea de cómo llegar, y al final se ha quedado en el tintero como “fantasía”. Al decirle que tenía tubo para table dance, sus ojos de mi nene se iluminaron, creo que le llamo la atención también la idea de verme como teibolera, pero exclusivamente para él; ¿por dónde está nena? –me dijo- ¡ahorita vamos a pasar justamente por ahí! en cuanto nos aproximemos te digo para que bajes la velocidad y puedas verlo.

Estábamos circulando por una de esas largas curvas, poco falto para que no lo viera pues, en esos instantes iba pasando un tráiler que estuvo a punto de taparnos la visibilidad del hotel. Mi nene rebaso al pesado camión y justamente adelante se veía el letrero del hotel “Villas” ¡mira es ese corazón! –exclame con alegría-; mi nene bajo la velocidad y volteo a verlo…¡se ve que está muy padre! 
-me dijo-, así es corazón, sobretodo porque te puedo hacer un baile delicioso en ese tubo ¡exclusivamente para ti! en vivo y a todo sabor, de imaginarlo mi nene esbozó una sonrisa con morbo. Continúo su marcha por aquella vieja carretera; ambos, prometimos que alguna de nuestras siguientes citas sería justamente en “El Villas”.

Un vació se hacía presente en mi estómago, y es que faltaba poco para llegar a casa de la abuela. Nuevamente fui presa de los nervios, estábamos a escasos minutos de seguir cada quién su camino; llegamos a un puente y le dije “fíjate bien corazón porque ese puente, te va a dar el regreso a la carretera, te sigues todo derecho y vas a encontrar la salida”, mi nene me escuchaba con atención. De todos modos si llegas a tener algún inconveniente, me marcas y te voy guiando ¿sale?, ¡claro que si corazón –me dijo Fernando-. Pasamos el puente y ya estábamos muy cerca de la casa, nos metimos en una calle larga que es la que conduce al domicilio de mi abuela. No quise ser encajosa, faltaba aproximadamente un kilómetro para llegar, la zona es bastante tranquila por eso me atreví a decirle “en esa esquina me dejas corazón, por favor”, ¿estás segura nena? –me dijo-; ¡si corazón, aquí está bien, no te preocupes –le respondí-. Le agradecí el enorme favor y el esfuerzo por haberme llevado hasta allá, ya falta poco corazón, tomaré un taxi para llegar. Antes de bajarme me despedí con un besito muy rico, ¡cuídate mucho corazón, te vas con cuidado! –me dijo-; ¡si corazón,  cualquier cosa que se te ofrezca me marcas y por favor cuando llegues ¡llámame!. Cerré la puerta del vehículo y ahí empezaba una nueva aventura.



Fernando dio vuelta y poco a poco vi cómo se perdía su vehículo entre las calles, hacía mucho frío, aunque llevaba medias y suéter el viento helado me hizo temblar, coloque mi mochila en mi espalda y camine por la banqueta. De inicio, mi idea era tomar un taxi y en cinco minutos estaría llegando, pero las circunstancias fueron otras; tome mi celular aparentando ir atenta al “whatsapp” llegue a una esquina y estaba lo que parecía un bar. Afuera había un chico que me volteo a ver, sin inmutarse continuo fumando su cigarrillo. Me cambie de banqueta para llegar hasta la avenida. Iba caminando muy despacio (por los zapatos), me desesperaba pues cuando estoy vestido de niño, regularmente camino muy rápido, “si sigo caminando así voy a llegar mañana” –pensé-.

Justo antes de llegar a la esquina estaba un puesto de tacos del lado contrario a la acera de donde yo caminaba, continué con la mirada fija en mi teléfono celular, pensé que me voltearían a ver pero estaban muy concentrados atendiendo a su escasa clientela. Que bien que pase desapercibida, ya estoy a punto de llegar a la esquina. Por fin mis pequeños pasos me llevaron hasta la avenida, ¡lo demás será fácil!. Seguí con la mirada en mi celular, de reojo veía si algún taxi se aproximaba para hacerle la parada. El viento seguía soplando, sentí como los cabellos de mi peluca giraban, voltee a ambos lados, las calles estaban solitarias, ni señas de que un taxi fuera a pasar. Me desespere y atravesé la avenida para seguir caminando, iba a continuar todo derecho, pero justamente a media cuadra se veía un negocio con mucha gente. Lo que menos quería era llamar la atención, así que para evitarlos, gire a mano izquierda y continúe mi caminata nocturna.

Pase cerca de una pareja que se estaba besando, la chica me volteo a ver, iban a decir algo pero cuando la chica vio mis tacones desistió de su comentario. Seguía muy nerviosa y temiendo que alguien me abordara. Esperé en la siguiente esquina a que pasará un taxi, esa esquina es un poco más transitada, ahí si pasaban más taxis pero también más gente y eso fue lo que me hizo desistir. Empezó a pasar más gente de la que imaginaba, pensé que por la hora ya no habría tantas personas pero al parecer era la salida de uno de los “Call Center” que hay cerca de la zona e inevitablemente me volteaban a ver, muchos con agrado otros con extrañeza, me estaban poniendo nerviosa esas miradas, además por esa esquina pasa el transporte que llega hasta casa de la abuela, y temí que alguno de los vecinos me fuera a reconocer. Era viernes y quizás por esa razón había más gente que de costumbre. Por esos rumbos también vive una de mis primas a la que no le hablo, y creo que justamente en esos instantes iba pasando con su esposo en taxi, mi altura me delata por lo que no pase desapercibida ante su mirada, no tengo la certeza hasta la fecha para saber a ciencia cierta si eran o no, lo que si es que la pareja que iba en ese taxi voltearon a verme; esquive su mirada, una vez más observé mi celular para ocultar mis nervios. Quizás era mi imaginación, pero decidí no seguirles la mirada por temor a ser descubierta.

Opte por seguir caminando, esa esquina hacia que me sintiera vulnerable, y todas las miradas ineludiblemente hacían blanco en mí, espere a que el tránsito avanzará y cruce por la calle hasta adentrarme a una camino más discreto. Seguí caminando y todavía tenía en mente abordar un taxi, pero no sé… ese sexto sentido siempre me alerta de algo y e hice caso. Voy despacito pero segura, mientras yo no me meta con nadie, no tienen por qué meterse  conmigo –pensé-. Una vez meditado eso me dio la fortaleza y seguridad para seguir adelante. Fue cuando puse fin a mis nervios y camine decidida.

Los tacones delataban mi andar, la poca gente que caminaba me volteaba a ver por el ruido que hacían. De pronto un taxi paso cerca de mí, iba a contraflujo, bajo su ventana y me dijo “¡hey no quieres que te lleve!” mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro. No sé pero no me dio confianza, aunque no era un taxi pirata no me inspiro seguridad para abordarlo, seguí caminando sin siquiera hacerle  caso, el taxi detuvo su marcha y el conductor me dijo “te llevo preciosa, ándale” pero como mi respuesta fue ignorarlo, arrancó y siguió su camino.

Ese andar se fue convirtiendo en un verdadero calvario, ya me estaba arrepintiendo de no haber tomado taxi, primero la presión de sentirme observada, y encima esos tacones que me estaban provocando un pequeño pero constante dolor. Todavía faltaban algunas calles para llegar, se me estaba haciendo eterno el camino… ¡y todo por no tomar un taxi!, en fin…¡ ya no hay marcha atrás!, y seguí caminando. Llegue  a otra esquina para dar vuelta e incorporarme a la siguiente calle, justamente para evitar por segunda ocasión la avenida. En esa esquina estaba un taxista de complexión delgada, algo joven hablando por teléfono en uno de esas pequeñas casetas telefónicas que hay en las calles. Detuve un poco mi marcha pues la banqueta era muy grande para descender. Él estaba de espaldas pero en cuanto escucho mis tacones, enseguida volteó a verme. No me miró raro, si no con agrado, inclusive me paso por la cabeza subir a su coche y decirle que me llevará a unas cuadras de donde estábamos, pero desistí de mi idea y seguí caminando. De reojo pude ver que me seguía con la mirada, y es que mi vestido marcaba perfectamente mis caderas, al parecer le agrade pero las cosas no se dieron. 

Es importante no forzar nada, cuando las cosas se van a dar el destino es cómplice pero cuando no mejor ni buscarse problemas, uno nunca sabe qué clase de gente hay en la calle, y menos altas horas de la noche. Sé que la calentura de repente es mala consejera, y justamente ahí es cuando debe de imperar la razón.
A mitad de calle encontré otro sujeto que estaba entrenando a un perro, lanzó lo que parecía una pelota que llego hasta mis pies, el perro corrió y llego hasta a mí, pensé que me iba a ladrar pero estaba perfectamente domesticado, cuando pase a lado de ese sujeto, voltee a verlo y le sonreí, me correspondió, pero no me dijo nada y continué. Me excitaba esa adrenalina que corría por mis venas, por esas calles hay mucha gente que conoce a mi abuela y por ende a mí, pero no me importo, y proseguí. En ocasiones bajaba mi vestido pues sentía que estaba muy corto, pero caminando se volvía a subir.

Cada paso era más difícil, y estuve a punto de quitarme los zapatos y seguir descalza, pero pensé: los que me vean, van a especular que vengo borracha o drogada y entonces si seré blanco fácil, mejor no, se esfumo de mi cabeza esa idea y a pesar del dolor, seguí caminando. En calles solitarias me detenía para descansar un poco, de pie…tenía ganas de sentarme pero dije, entre más tiempo este aquí más tiempo tardaré en llegar. Continué mi camino, y casi a punto de llegar; el ruido de una motocicleta interrumpió el silencio de las calles vacías, venían varios tipos abordo, nuevamente los nervios se apoderaron de mí, el miedo es una defensa del ser humano, pues te hace reaccionar a algo malo, así que de inmediato mis sentidos se activaron y me aproxime a la banqueta, me quede parada afuera de una casa, saque mis llaves aparentando que iba a entrar, afortunadamente ni siquiera me vieron, pero como dice el dicho ¡más vale prevenir!

Ya solo faltaban dos cuadras para llegar… ¡por fin!...hasta el dolor de pies se me estaba quitando. Tuve que llegar a la avenida pues cruzando está la casa, antes de llegar a la esquina un tipo pretendía acercarse a mí, no sé si estaba borracho, ni siquiera entendí que me decía, lo ignoré. Cruce y mis ojos ya veían la casa de la abuela, ¡qué alegría!...nunca se me había hecho tan largo y tedioso ese pequeño trayecto. Estaba preocupada porque mis zapatos estaban muy justos, pero después de esa noche de llevarlos en ese peregrinar nocturno, ya no tendría que mandarlos a “ormar” pues camine cerca de media hora o cuarenta minutos aproximadamente ya los zapatos estaban flojitos. ¡Sí! creo que fue bastante tiempo pero los tacones me impedían caminar más rápido, además mi velocidad disminuyo cuando me empezaron a doler los pies.

Precisamente a unos cuantos pasos de llegar a la casa de la abuela, una camioneta tipo “Jeep” blanca iba doblando la esquina, venía de prisa pero en cuanto nota mi presencia baja su velocidad y se acerca a mí. Inesperadamente, detiene su marcha y el copiloto me aborda con un: “Hola nena”…el silencio le responde, solo volteo y lo miro con indiferencia, se queda a mitad de calle, pero en cuanto ve que avanzo, se echa de reversa y pretende seguirme. “Hola”, me dice nuevamente subiendo el tono de su voz, estuve a punto de contestarle para que no me molestarán más pero, pensé: hasta aquí llegue bien, y que por mi falta de pericia me busque problemas y justamente afuera de casa de la abuela… ¡no mejor no!. No sé si querían bromear o si pretendían acercarse a mí con otro fin, posiblemente pensaron que era una puta y querían “contratar mis servicios” no lo sé… y preferí no averiguar. ¿Qué hubieran hecho ustedes si me ven en la calle prácticamente vestida de zorra?...ya me imagino ¡que rico!.

Tome mis llaves, pero de los nervios metí una equivocada, poco falto para que se atorará, la saque de prisa e ingresé la correcta, el copiloto estaba por descender de la camioneta, pero para ese momento ya había logrado girar la cerradura e ingresar al domicilio. Encendí las luces para qué pensarán que había más gente en la casa, y eso termino por ahuyentar a estos sujetos. Me asome por la venta, hice a un lado la cortina y pude ver que se habían marchado. No saben…le di gracias a Dios por haber llegado sana y salva, un poco mallugada de los pies pero ¡bien!. Apague la luz y camine despacio para no despertar a la abuela, me fui a la recamará que ella me reserva para alojarme, lo primero que hice fue quitarme los zapatos sentí que me ahorcaban los pies, me quede unos minutos vestida pues disfrutaba de esa imagen que veía en el espejo, y claro porque no siempre tengo la oportunidad de estar vestida por varias horas.

Antes de devolver a Samara a la “maleta” encendí la computadora de mi tío para conectarme a Facebook y mandarle un mensajito a Fernando. Afortunadamente y a Dios gracias también había llegado bien, tenía temor de que se fuera a perder, pero mi nene es muy inteligente. Apenas hace unos minutos acababa de subir una foto deliciosa a su perfil de la reunión que hace unas horas sostuvimos. Le di like y me despedí deseándole dulces sueños, apague la computadora y me metí a la ducha, saque mi ropa de la mochila, y me cambie.

Guarde a Samara en la maleta y me dispuse a dormir. …di varias vueltas antes conciliar el sueño, hasta que el insomnio se hizo presente. No sé si a ustedes les pasa pero cuando estoy en otra casa mi cuerpo termina extrañando mi colchón, casi no dormí, me pasaban muchas cosas por la cabeza, recordando lo delicioso de su sexo de mi nene, los sujetos de la camioneta, trabajar en unas horas, en fin…dieron las seis de la mañana y justo en esos instantes me estaba agarrando el sueño. Cuando desperté la abuela ya había preparado el desayuno… ¡qué pena!, me marche agradeciendo el alojamiento y la deliciosa merienda.


Sin duda fue un verdadero reto y una meta superada, me sentí contenta de poder caminar más de cinco calles vestida de chica. Y así, concluía una aventura más de esta chica hermosa llamada “Samara Arlenne”, nos leemos en el siguiente relato, qué tengan ¡ricos órgamos!

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