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martes, 21 de abril de 2015

Sensaciones, experimentos y el "teléfono inalcanzable".




Mi abuela vive no muy lejos de donde actualmente resido, más o menos a una hora y cuarto. Mi tío es ingeniero y es quien se encarga de sus cuidados en general, su trabajo le permite realizar ambas actividades sin problemas.
Para su mala suerte (y lo digo en el entendido de que descuidaría a mi abuela, no tanto por  el trabajo, de ninguna manera), en la empresa donde labora en diciembre del año pasado, le comunicaron que tendría que viajar a Piedras Negras Coahuila, para supervisar un ambicioso proyecto sobre una carretera en el que sería de suma importancia su presencia, por ende este  compromiso sería ineludible.

Mi tío preocupado por la salud y bienestar de mi abue, trato de “encargar” con otro de mis tíos y tías a mi abuela, pero desafortunadamente se echaron la “bolita”; los que ya tienen compromiso, con eso se excusaron diciendo “tengo a mi familia, y mis actividades laborales no me lo permiten”, y los solteros ¡simplemente se hicieron los desentendidos!, aunque se supone que cuando dices “querer” a  alguien te las ingenias…¡tengas o no tengas compromiso!, además no  iban a cuidar a cualquier persona, era ¡su madre!, y solo un par de meses, no el resto de la vida;… ¡en fin!.

Estuve presente en esa “reunión” que parecía sesión del congreso pues todos opinaba, discutían, pero no había un punto de acuerdo que beneficiara a la abuela, nadie se quería hacer cargo de ella en ausencia de mi tío, cada quién defendía su postura del porque “no podía” (o más bien no querían) cuidar a mi abuela. Cansada de escuchar tanto pretexto, levante la voz y dije:  ya no se preocupen…¡yo me haré cargo!; inmediatamente todos sonrieron, ¡felices! tal y como como si les hubiese quitado “una carga” de los hombros… (que poca). No alegaron nada más, por el contrario su cinismo se hizo presente “muchas gracias”, “oye que gesto” y un sinfín de hipocresías que tuve que escuchar el resto de la tarde.

Por el dinero no habría problema pues mi tío estaría depositando en la cuenta de mi hermana lo de la manutención, servicios y gastos mensuales o bimestrales de la casa, tales como agua, luz y teléfono. Además me pagarían una módica cantidad por cuidar a mi abuela, de principio no quise aceptar pues, era un favor que yo le hacía a mí a abuela y a mi tío, pero cuando vi que se hacía una “colecta” de todos los tíos para reunir un poco de dinero para esto, ya no desistí y dije ¡sí! que de mínimo me paguen los pasajes estos cínicos.

Faltaban pocos días para que el fin de año se hiciera presente, todavía celebramos año  nuevo con mi tío, pero como bien dice el dicho “no hay fecha que no se cumpla, ni plazo que no se venza” y fue el seis de Enero de este año dos mil quince, cuando mi tío partió con rumbo a Piedras Negras Coahuila, ahí estaría cerca de tres meses supervisando las obras que le encomendaba la empresa para la cual trabaja. Previamente dispuse de dos maletas para mudarme a mi nuevo y provisional hogar. Metí suficiente ropa, zapatos, accesorios personales, estaba lista. Mi abuela vive por el rumbo de Cuajimalpa (en México Distrito Federal, para que lo puedan más o menos ubicar quien no conoce o no sabe de esta colonia del DF), llegue en un taxi pues las maletas si bien no estaban pesadas, eran algo voluminosas.

Mi abuela me recibió con un cálido beso y un tierno abrazo. A decir verdad me quedaba mucho mejor mi nueva residencia para llegar a mi trabajo, me podría levantar un poco más tarde debido a la cercanía, y a la salida era igual, prácticamente en media hora estaba de regreso en la casa. Estaba muy a gusto con mi abue. Como su casa es grande, dispuso de una recamara grande para mi mayor comodidad. Estaba mucho mejor de lo que imagine, y las tareas no eran tan arduas, solo darle de comer (porque hasta eso mi hermana era quien venía hacer de comer en su hora, precisamente de comida), sus pastillas a la hora prescrita por el médico, hacer el aseo, lavar un poco de ropa….de decirlo ya me canse, (no se crean) no fue tan fatigante.

Así transcurrió cerca de medio mes, la misma rutina: levantarme para ir a trabajar, salir en mi hora de comida para estar con mi abuela y encargarme de que comiera y se tomara sus pastillas, regresar a laborar otro par de horas para llegar a descansar por la tarde-noche. La cena era algo más ligero, regularmente leche y pan, de vez en cuando unas ricas quesadillas. Mi hermana ya no podía regresar por las tardes-noches, pero como la cena ya no era tan “compleja”, no tuve mayor problema. Entre el trabajo y los cuidados de mi abuela, el tiempo se me fue reduciendo y era insuficiente para darle espacio a “Arlenne”, ya estaba echa a la idea de que me volvería a vestir hasta que transcurrieran esos meses, ¡ni modo!.
Sucedió algo muy particular, daban las siete de la noche y mi abuela se disponía (siempre a la misma hora y en punto) para dormir, como tiene el hábito de levantarse muy temprano, además de su tanda de pastillas, es lógico que a esa hora le diera sueño.

Como relojito, daban las siete y a dormir. En los tres primeros meses del año, el horario de verano no está activo, y a las seis y media de la tarde se obscurece rápido. Hago mención de esto porque se me ocurrió una fantástica idea derivado de estas dos situaciones. En la casa éramos prácticamente solo ella y yo, claro mi hermana que venía a preparar la comida pero así como llegaba se iba, ella no vivía con nosotros, además había días que no podía venir a hacernos de comer. Así que puse a trabajar mi mente y se me ocurrió algo ¡fabuloso!.

Cierto día en el trabajo me avisaron que me tocaría cubrir un turno en la tarde, y pues ni modo trabajo es trabajo, avise a mi abuela para que no se preocupara; ¡la tarde iba a ser larga!. Se acabó mi turno y me estaba preparando para continuar con el siguiente, me serví un vaso de agua para ser más llevadero el día, para mi fortuna, la persona a la que iba a cubrir, siempre si se presentó (para que no le descontaran el día), y mi jefa de área me comunico que ya me podría retirar, que la disculpara. Ya no pude rescatar esa tarde pues se supone que ya la tenía ocupada, ya no había planes de fin de semana, y lo único que se me ocurrió para aprovecharla, y atendiendo a la idea que días antes me rondaba por la cabeza, fue ir por un poco de ropa… ¡pero no ropa normal! (de niño), sino algo de ropa para “Arlenne” esa mujercita que ya me reclamaba por vestirse aunque sea unas horas.
La sensación de los nervios, de reencontrarme con “Arlenne” después de casi un mes de no verla en el espejo, de comprarles sus “caprichitos”, me orillo a realizar el experimento que a continuación les contaré. Estaba lista, aproveche que llevaba mi back pack (mochila), y la empecé a llenar de ropa de nena, maquillaje, accesorios (aretes, pulseras, collares), y solo un par de zapatos pues por todo lo que llevaba, no cupieron más. Como dije que llegaría tarde ese día, mi abuela no sospecho nada. Sigilosamente metí mi back pack a mi recamara, aprovechando que mi abue seguía dormida. Vacié las cosas en la cama y…¡no pude resistir la tentación!, mi adrenalina estaba al 100%, tome una decisión, complacer a Arlenne, y esa tarde deje que mi metamorfosis se apoderara de la noche,  así…¡sin pensarlo!, ni medir las consecuencias.

No me iba a sentir bien ataviarme con un vestido, medias y zapatos solamente; además ya tenía mucho tiempo de no hacerlo, así que decidí vestirme como si fuera a tener una cita con algún chico, me puse un minivestido entallado con lencería y medias negras, me maquille, perfume, me puse un par de aretes, zapatos… sin prisas; tal vez la incógnita de ser descubierta en este “experimento” en casa de mi abue le daba un toque de placer. Estuve cerca de dos horas vestida, conviviendo muy relajadamente con mi “niña interna”, tanto que perdí la noción del tiempo…de repente ¡mis pensamientos fueron interrumpidos por un leve ruido cerca de la sala!. Me asome disimuladamente para ver si era mi abue…y efectivamente ¡era ella!. Una vez más los nervios me invadieron, me quise quitar todo de prisa pero ya en una ocasión me paso que por estar a la carrera, rompí un vestido muy bonito. Además el maquillaje no me lo iba a poder retirar de la cara como se quita una prenda, y lo único que se me ocurrió de momento ¡fue echar llave a la puerta de mi recamara!

La habitación de mi abue está en el piso de abajo, precisamente  por la dificultad que tiene para caminar, sin embargo, ese día subió las escaleras y toco a mi cuarto….¡no se imaginan la de sensaciones que experimente en mi ser!, nervios, miedo, estrés….me llamo a la puerta varias veces  y sentí desmallarme…estaba ahí pero, ¡no podía salir!, no podía dejar que viera a “Arlenne”, me daba temor su reacción, a que me fuera a descubrir, así que decidí no hacer ruido para qué pensará que no estaba en casa; pues justo cuando llegue ella estaba dormida y no me atreví a despertarla . Se cansó de tocar la puerta y escuche como bajaba nuevamente a su cuarto. Se me ocurrió otra idea, tome mi celular y le marque, pretendí qué pensará que no había llegado y no que fui grosera, que no le quise abrir la puerta…o lo peor de todo ¡que sospechará algo!.

Así que “simulando” que estaba en el trabajo le marque, me contesto inmediatamente y le dije:
-Abue, buenas noches-
-¡Hola hijo! que se te ofrece-
-Hola abue, le avisaba que llego como en cuarenta minutos, hay algo de tráfico, para que no se preocupe-
 -Clarito escuche que habías llegado, de hecho tiene como cinco minutos que fui a tocar a tu cuarto -
-Si abue, no recuerda que le comente que el día de hoy salía más tarde-
-Es verdad hijo, no lo recordé ya sabes que con esta memoria se me olvida todo, bueno hijo te regresas con cuidado –
-Si abue, no se preocupe, la veo al rato bye.

Concluí con la llamada y procedía a levantar todas mis cosas, a cambiarme y a esconder las prendas en  la back pack, con un poco de crema desdibuje el maquillaje que horas antes coloreaba mi cara. Siempre tengo un espejito de bolsillo (como toda chica) así que me refleje en él,  y una vez que note que toda marca de maquillaje había desaparecido de mi rostro, me puse mi ropa de niño, un poco de perfume para desaparecer olores de mi ropa perfumada con aroma de mujer, y ¡listo!... Arlenne regresaba al closet.

Para mi fortuna la abuela se había quedado dormida nuevamente, gane  tiempo, baje precavidamente y sin hacer ruido llegue hasta la sala, me senté  en uno de los sillones para mirar la televisión. Media hora más tarde se levantó la abuela y me dice: “hola hijo que bueno que ya llegaste, ¿quieres algo de cenar?”…no abue, cene con unos amigos, muchas gracias… ¿tú no quieres nada? ¿ya te tomaste las pastillas?... ya hijo, me las tome a la hora en punto….¡qué bien abue!, bueno me retiro a dormir abue, mañana hay que trabajar; que pases buena noche hijo. Me despedí y me fui más tranquila a dormir, ya con la certeza de saber ¡que no me descubrió!.

A pesar de la complejidad de dicha situación, la sensación me gusto…regularmente llegaba entre seis y seis y media, comía con ella, esperaba que se terminara su comida, veíamos un poco de televisión y presto…a las siete se dirigía a su recamara a dormir. Ya no pude más y otra vez vestí de pies a cabeza de mujer, no pude evitar la tentación de tener ahí mi ropa y no utilizarla, además sabía que mi abue se despertaba hasta las diez de la noche para cenar, me quedaba mucho tiempo para vestirme.
Los subsecuentes días se los podrán imaginar…daban las siete de la noche y esa muñequita llamada Arlenne se salía del closet para pasear por toda la casa ataviada en un minivestido negro, a veces se lo quitaba para quedar en lencería. Me excitaba mucho hacer el aseo de la casa vestida de nena, me encantaba barrer esos escalones con ese vestidito sexy…¡simplemente era fantástico! un sueño hecho realidad.

Dando las nueve y media de la noche, procedí a guardar una vez más en el closet a ”Arlenne”, y cuando mi abue se despertaba para cenar, yo tenía todo más que listo. Así pasaron varios días más, poco a poco fue bajando la adrenalina, y otra vez mi mente se puso a pensar para darle un plus a todo esto. Ya no tenía los nervios de ser descubriera por mi abuela, bien sabía de “sus horarios”, anhelando esas sensaciones, opte por…¡salir a la calle vestida!.

La calle donde vive mi abue, es muy pero muy tranquila, (extremadamente) casi como una privada…daban las siete, ocho de la noche y era muy raro ver gente caminar por las aceras. Eso fue lo que me motivo a salir a la calle, y se me hizo fácil, con la obscuridad de cómplice, una tarde me anime por fin a salir vestida de nena.

Para “camuflajearme” salí con un cigarro y me lo fume a escasos centímetros de la casa, no me quise ir lejos. Camine unos cuantos pasos más, volví a sentir esa emoción de nervios y excitación, pero me agradaba, es algo difícil de explicar, hagan de cuenta que era como una sensación de “masoquismo mental”. Justo estaba por esconderme al escuchar unos pasos, pero cuando voltee ya era tarde… paso un señor que me vio, pero no se inmuto…. siguió su camino, no se si no se percató de que era chica travesti, o tal vez si se dio cuenta y prefirió ignorarme.

Termine de fumar mi cigarrillo, deje que me diera un poco el aire para que no se me impregnara tanto el olor, e ingrese a la casa. Me quede sin palabras…¡me agrado la sensación de estar vestida en la calle!, y aunque solo un señor me observo, y tal vez no como yo hubiese querido, mi pago fue ese placer recorrer todo mi cuerpo, intangible pero perceptible, lo podía sentir transpirando por todos mis poros, algo en realidad muy agradable. Esa sensación se me hizo adicción, me gusto y cada tarde por dos meses y medio esa era mi rutina. Traje más ropa para variar mi presentación, aprovechando el tiempo, la lavadora y secadora…¡me traje mi ropa sucia para darle una lavada!, no suelo dejar mucho tiempo mi ropa descuidada, pero tampoco pensaba en desaprovechar una oportunidad así.
¡Qué rico era disfrutar de mi “nena interna” diariamente!, lo sé… eran solo unas horas, pero de las más felices de mi existencia.

Era como tener la vida complementada como yo la quería, solo me faltaba un amante, pero quizás era mucho pedir. Estuve tentada en llevar “amigovios” a la casa de mi abue, aprovechando la discreción y soledad de está, pero como no los conocía lo suficientemente (lo confieso me daba algo de desconfianza) me conformaba solo con que “Arlenne” conviviera con la casa sin inhibiciones. Ya no sabía que más hacer para que la sensación de “nervios con placer” volviera´, se me fue haciendo costumbre esto de sentir más y más adrenalina…menos mal que no tengo ningún vicio arraigado, si no querría más y más. Y así fue….una tarde obscura, típica de los tres primeros meses del año, me disponía a salir a la calle vestida una vez más, solo que está vez había una variante: me puse un reto para alimentar la adrenalina de mi cuerpo. En la esquina contraría de la casa, hay un teléfono público de monedas, justo esa calle hace esquina con una pequeña avenida, y obviamente tiene más tránsito y gente.

Solo semana y media dure con el  cigarro, pues no soy muy fan de este, lo cambie por una rica paleta de hielo…no me quise hacer dependiente de este mal vicio, aparte me veía más sexy con los labios de rojo, producto del consumo de ese hielo de color. Estaba nerviosa otra vez, pero  dije…¡ahora sí!, voy a llegar hasta el teléfono y simulo que voy a hacer una llamada, veo las reacciones de la gente; disfruto de la adrenalina, ¡y me regreso!. Se escuchaba muy sencillo, nada del otro mundo. No avance ni cinco metros cuando los nervios ¡me traicionaron!, vi mucha gente y eso me provoco mucho nerviosismo…¡no pude más! y regresé a la puerta de la casa.

Pasaron muchas tardes intentando llegar “al teléfono” pero siempre gano la incertidumbre y se volvió como una estrella inalcanzable. No me sentí derrotada pero si frustrada, algo tan fácil no lo pude realizar…no sé, creo que era correr mucho riesgo, tal vez me quiera justificar pero no llegue por el temor de ser reconocido por alguien que conoce a mi abuela. Tuve muchas tardes más para asimilarlo y no desesperarme, voy paso a pasito, quizás voy lenta pero muy segura de lo que quiero y cuál es mi meta, lo asimilo más no me resigno sé que algún día lo voy a lograr.

Me dio muchísimo gusto encargarme de los cuidados de mi abuela esos tres meses, la recompensa ¡fue mayor de lo que yo esperaba!, y no hablo de una recompensa monetaria, hablo de cultivar y convivir con “Arlenne”;  esa mitad de mi vida que forma parte de mi esencia.

Sin temor a equivocarme ¡pase los tres mejores meses de mi vida!. y vuelvo a coincidir en que la vida muchas veces es cómplice de travesuras y aventuras. Lo repito: lo mejor de la vida es gratis….disfrútenlo!, hasta el siguiente relato.

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